Necesito organizar las partes que conforman mi todo, y en este momento encontré que la teoría de conjuntos es ideal para comenzar a cubrir esta necesidad. En esta oportunidad llamaré zona a los conjuntos.
La situación es la siguiente: tengo una linda vida, familia pequeña ascendente y horizontal (léase madre y hermano), un laburito que me arme en una empresa, que me da un buen pasar, un ingreso interesante, cierto prestigio y tranquilidad. Hasta ahí, todo bien. Hasta ahí.
Esa fué la zona A, para no ponerle tonos (después veremos que es negro, que es blanco, y lo gris casi lo tengo identificado y es lo que me esta tirando un alerta).
Después esta la zona B, donde están los amigos. Los de ayer, los de hoy y los de siempre, mas jovenes, de mi edad y hasta ahi, porque mas grandes deje de tener hace muchos años. Entre los de ayer están mis compañeros de teatro e improvisacion, entre otros seres “alarma” que ante la posibilidad de hacerme sentir la voz del deseo eran lentamente margindos. Los de siempre da igual de donde vinieron, y los de hoy son los pendejos de la carrera de publicidad, sus amigos y los amigos de sus amigos.
En la zona B esta la vida social, la joda, las salidas, que están fantásticas pero como rozan con cierto grupete de artistas y artistoides, me empieza a afectar. Lo mismo pasa de alguna manera con los amigos de ayer; muchos, siguieron dedicados a actuar mas alla de lo que la actividad les haya devuelto materialmente. Los de siempre son los que no me despiertan demasiado esta afección sin embargo son los que me dicen "vos deberías volver a hacer algo".
Hay una zona mas, que es la C. No se si referirme a esta zona como:
1-el baúl de los recuerdos.
2-el patio de atrás.
3-la morgue de las aspiraciones.
Esto mas que una zona es un agujero negro, un triángulo de las bermudas. El psicoanalista que me atiende (no quiero decir "mi psicoanalista" porque no lo compré, ni tenemos un lazo familiar) y algunos manuales lo llaman inconsciente. Parece que acá quedaron un par de cuestiones encerradas, sin aire, con lo cual están no sé si podridas, porque de ser así no tendrían recuperación, pero tal vez un poco enmohecidas, apolilladas, rancias. Estas cuestiones tienen que ver con la necesidad de expresarme artística y públicamente.
Hay un goce que descubrí cuando era pendejo, relacionado con la exposición de la intimidad, una exposición adaptada al relato de manera tal que sin dejar de exhibir lo mas cercano a la verdad, siempre fue atractiva, entretenida y en algunos casos, hilarante para el público ocasional. Ese goce me acompañó casi todo el resto de mi vida, y alcanzó su máxima expresión cuando me metí en el grupo de improvisación. Ahí paso algo fuerte. Me cagué en las patas, me fui, desaparecí, y sufrí como un condenado. Sentía que, en términos novelescos, estaba dejando a la mina buena comprensiva pero despojada de bienes, para tratar de conquistar a no se que instancia salvadora de todos los males.
En ese momento quedó oficialmente inagurada la zona C. Claro que yo no me enteré de nada hasta hace muy poco.
Mientras tanto comenzó un periodo donde la zona A parecia conformarse con gran éxito, estudie publicidad, me recibí, empecé a trabajar de lo que estudié, pegue un dinerillo para mudarme, compre algunos muebles lindos, vacaciones por acá y por allá, la felicidad ja ja ja ja. Pero como dijo un profesor de psicología de la escuela de publicidad, el efecto chiche nuevo se acaba. Y ahí empiezan a aparecer nuevas manifestaciones del deseo. El problema es que a veces, esas manifestaciones son inmateriales, no se compran, ni son personas que querramos poseer. Se trata de los deseos irrefrenables, relacionados la esencia, lo innegable. Esto comenzó a fines del 2010, y la verdad es que probé con muchas cosas, me compre ropa, mas objetos para la casa, viaje, comí en lugares lindos y caros, y así todo, la zona empezó a aparecer como la mancha de humedad. De a poquito, sin molestar demasiado, total con un poquito de lavandina y agua sale. Hasta que deja de desaparecer con eso, y se empieza a fijar, y a tener relieve, se oscurece y tal vez deja de crecer, pero no se va de ahí por nada del mundo.
Y la verdad es que a mi las manchas me desagradan, no me dejan en paz, me quitan el sueño, me hacen dejar de disfrutar casi de todo lo que hago, o a veces no se trata de lo que haga sino del momento en que estoy haciendo las cosas. Como si fuera una psicología del tiempo, donde no son los actos lo que nos condicionan sino los momentos del día en los que los ejecutamos.
Hoy las manchas me están tiñiendo de negro la zona A y me la esta volviendo gris, como la zona B que es blanca por naturaleza y actualmente ya está bastante contaminada. Por supuesto que la C es la negra y oscura zona que puede contagiar al resto de sus pares.
La cuestión es como hacer para sacar la humedad del ambiente. Sin dar demasiados giros a la cuestión, me inclino por las tácticas tradicionales, abrir la ventana, que circule el aire, limpiar, y si aun así no funciona, picar la pared hasta donde sea necesario. Inclusive llegando a la función y perforando la napa. Porque lamentablemente no hay otra solución, no se puede pintar veinte manos para tapar la mancha, porque va a volver a salir.
El temor a combatir la realidad innegable del deseo, se manifiesta a través de la exageración. Esto es, aumentar el riesgo de perdida (porque en todo acto de elección, ya sabemos lo que pasa) a niveles estratosféricos, de manera tal que generemos un miedo paralizante y desmoralizador. Porque no se trata solo de un estado catatónico sino que además se suma la angustia de sentirse un nadie, una nada irrecuperable.
Pero felizmente, la zona A esta constituida por una blancura potente, brillante y aséptica. Como el hielo polar, los salares o la vista al sol. Es el amor de la familia, el respeto de los pares, y cierta realización genuina, sin interferencias, como la de vivir dignamente de un trabajo sin cagarle la vida a nadie de manera intencional o negligente. La zona B se desprende naturalmente de la A, el amor fraternal hacia mis amigos es un herencia del amor familiar, pero como la B no es una zona pura, innatamente blanca, tiene esa vulnerabilidad que la hace virar al gris, como ya explique antes.
Es asi que luego de lanzar en palabras el dilema actual de la existencia, me he metido en un verdadero quilombo, donde las putas que lo conforman son las preguntas, gritonas, lloronas, irónicas, violentas, miedosas, pero no por eso falsas o engañosas. Las falsas o engañosas son las respuestas, las vías de escape que no son tales, son túneles circulares que te devuelven al quilombo de las preguntas. El desafío es encontrar la salida correcta, una puerta y no una ventanita, una claraboya a tres metros de altura, o abrir un boquete a mazazos. De esa forma me transformaría en un fugitivo y seguiría escapando, cuando en realidad lo que busco es la libertad plena, sin persecusiones de ninguna clase.
Por si no quedo claro quiero hacer un alegato para las trabajadoras sexuales, las putas esencialmente, nunca mienten. Solo dicen lo que el cliente quiere escuchar.